La filosofía se define muchas veces como el arte de hacerse preguntas. En ese arte no queda títere con cabeza y hasta la filosofía misma es examinada. La propia pregunta es paradójicamente o no, una de las más recurrentes. Veamos cuatro posibilidades.
1.Martín Heidegger
En 1955, Heidegger pronunció una conferencia titulada ¿Qué es la filosofía? Para el filósofo alemán, la propia pregunta es una paradoja, pues la pregunta que pregunta por la filosofía es en sí misma filosófica.
Interrogarse por el estatuto de la filosofía no nos sitúa en el exterior de esta disciplina, sino al contrario. Para Heidegger, la respuesta no debe aspirar a la descripción de un objeto, como quien pregunta qué es una mesa, sino a “dejarse interpelar por esa pregunta”, “dejarse afectar por la misma”. Descubrir qué es la filosofía es, precisamente, “demorarnos en esta pregunta”, “comportarnos a su manera”.
Heidegger plantea en esa conferencia otro elemento interesante: ¿qué pasa en la Modernidad para que al ser humano se le vuelva extraña la filosofía y tenga que preguntarse por ella? ¿Cómo está configurada nuestra sociedad para que la pregunta profunda y la inquisición por el cosmos sean vistos con extrañeza? ¿Cómo podemos andar perdidos sin saber qué es ese andar dubitativo tan característico de la filosofía, ese preguntar con asombro? ¿Cómo podemos preguntarnos tan perplejos por la propia pregunta? Esto es filosofía.
2.Gustavo Bueno
La pregunta de Bueno por la filosofía es una pregunta por el hacer filosófico, por la práctica filosófica. ¿Qué hacen los filósofos que los caracteriza como tal? El filósofo no hace música, arquitectura o investiga sobre las células. El hacer filosófico es una práctica distinta a la del resto de ciencias y ocupaciones. Pero ¿qué lo caracteriza? El pensador español rechaza que lo nuclear de esta práctica sea la doxografía, es decir, el estudio de lo que dijeron los pensadores a lo largo de la historia. Ese no es elemento esencial de la filosofía.
El núcleo del quehacer filosófico es, para Gustavo Bueno, la relación de las ideas. Mientras que las ciencias crean conceptos, la filosofía relaciona los distintos conceptos en ideas. La práctica filosófica se configura como un saber que recoge los saberes de las demás ciencias. Vista así, la filosofía es un análisis de las ideas, que están ya dadas, no es ninguna invención. En la medida en que la filosofía no es un mero amor al saber, sino un cierto saber, el filósofo ha de ser, de algún modo, un sabio. Pero un sabio de segundo grado, un sabio que escucha y hace a partir de lo que dicen los otros sabios-científicos.
3. Inmanuel Kant
Es fundamental para la comprensión de la obra de Kant, porque la pregunta por la filosofía la vertebra. En La Crítica de la razón pura, el filósofo prusiano hace un trabajo de profundización en la naturaleza de la filosofía, entendida como metafísica o ciencia del ser. La pregunta que atraviesa la obra y le da sentido es si la metafísica puede ser una ciencia; si son posibles en ella los juicios sintéticos (los que aportan información nueva porque el predicado no está incluido en el sujeto) y a priori (los que no necesitan de una comprobación empírica, sino que son universalmente válidos).
Kant parte de que la ciencia avanza históricamente porque se llega a consensos sobre los que seguir construyendo conocimiento, pero que, en el caso de la filosofía, no hay tales consensos. Trata de generar un criterio para que la filosofía pueda ser considerada científica. Para Kant, este saber filosófico tiene que ver con la misma naturaleza del ser humano, que debe despojarse de las ataduras impuestas por el sentido común y el consenso generalizado y atreverse a saber, haciendo uso de su liberta y su razón. Es por eso que nada hay más humano que hacer filosofía.
5. José Ortega y Gasset
El filósofo español dedicó un libro a esta pregunta, una de las que más le preocuparon. Lo que sea la filosofía es el punto de partida de su pensamiento. Y, además, era una pregunta clave para los problemas de la España del momento, según Ortega. Aunque su actitud era la de alejarse sistemáticamente de los extremos de las discusiones, con la filosofía hizo una excepción: se trata de una actividad en la que el ser humano debe ser radical.
La filosofía es, para él, la “mejor ciencia” y se eleva como máximo saber. Su objetivo es la comprensión de la totalidad y lo universal, en lo que el autor llamó “pantonomía” frente a la parcialidad de cada ciencia. Además, cada tema interesa por su relación con el resto. Las ciencias tratan de conocer objetos concretos, pero la filosofía navega por lo desconocido, incluso por lo que no puede ser aprehendido por la razón. Las ciencias parten del hecho de que sus problemas pueden resolverse, pero la filosofía es la única disciplina, para Ortega, que se enfrenta con la posibilidad de fracaso: no hay certeza de que pueda alcanzarse un verdadero conocimiento en filosofía; lo importante es la misión de emprenderé el camino hacia él.
( Javier Correa Román e Irene Gómez-Olano. Artículo sacado de la revista Filosofía&Co. Septiembre 2023. Número 4)