¿Qué hay en la mente de un filósofo? ¿Piensan de manera diferente que el resto de las personas? ¿De verdad ven el mundo de forma distinta?
Lo primero que se aprecia en los grandes filósofos es que no son tan distintos del resto de personas. Son egoístas, son dogmáticos, son simples ignorantes. Pero, en cierta medida, se trata de personas que han intentado elevarse por encima de esta herencia común de la humanidad y usar en sus vidas algunas poderosas técnicas de pensamiento.
Y aunque los hechos filosóficos no importen demasiado en ningún lugar a excepción de los departamentos de Filosofía, las habilidades filosóficas son harina de otro costal. Veamos algunas de las habilidades filosóficas.
Podemos hacer una primera distinción entre habilidades racionales y habilidades sociales. Dentro de las primeras tenemos:
-análisis y síntesis de conceptos e ideas (descomponerlas en pequeños trozos o juntar fragmentos de ideas para crear ideas nuevas).
-identificar las ideas principales y las premisas ocultas.
-señalar defectos en el razonamiento o en la lógica de los argumentos.
-inventar y pensar a través de casos complicados y contraejemplos para poner las ideas a prueba.
Dentro de las otras habilidades, las sociales podemos destacar:
-escuchar y dar sentido a los distintos puntos de vista.
-trabajar de forma cooperativa en equipos, pero también ser capaces de trabajar de forma independiente.
-reflexionar sobre sus propias ideas e hipótesis.
-dar un paso atrás frente a las cuestiones y sugerencias y situarlas en un contexto social y ético más amplio.
Otra forma de pensar en el pensamiento filosófico es como un conjunto de herramientas que podemos resumir como las tres A:
*Análisis. Descomponer los temas complicados y examinar los trozos cuidadosamente para comprender mejor la cuestión o el problema. Cuando funciona, es una gran herramienta, capaz de desatar nudos mentales y separar lo que es importante de lo que no lo es, de temas secundarios y cuestiones irrelevantes.
*Apreciación. Sobre todo una vez que un asunto ha sido dividido en los trozos que lo constituyen, los filósofos también necesitan establecer la valoración y apreciación de las afirmaciones y elegir entre explicaciones rivales y opuestas. El mundo actual está lleno de tales afirmaciones rivales y de fuentes de información en conflicto. Debemos tener especial cuidado al tratar con ellas.
*Argumento. Probablemente lo que la mayoría de nosotros asociamos con los filósofos. Es argumentando como se desarrollan las ideas. Y las discusiones sobre argumentos filosóficos no deben ser meras peleas, sino más bien ocasiones en las que la gente presenta razones claras para sus creencias y demuestra que las conclusiones se siguen o no se siguen de sus premisas.
Es mucho más fácil enseñar hechos que enseñar a la gente a pensar. No obstante, incluso aunque la filosofía pudiera limitarse a tratar de inculcar en los alumnos y alumnas un conjunto de hechos históricos o técnicos (tal vez para que puedan aprobar el examen del mes siguiente), hacerlo sería una táctica muy ineficaz y contraproducente. Los filósofos de la educación saben, porque así se lo han demostrado a menudo los estudios de investigación, que, por lo que respecta al aprendizaje, el método de las clases magistrales es extraordinariamente ineficaz. Practicada de manera correcta, la filosofía puede ser un gran antídoto contra las formas habituales de pensamiento y aprendizaje, que casi siempre se trata de escuchar pasivamente la información que se nos proporciona. Piensa en esto: después de las clases, sólo hemos retenido el 5% de la información que se nos ofrecía. O sea, que si la clase dura una hora, ¡sólo aprovechamos tres minutos!
Peor aún. No es que mucho de lo que se dice nos entre por un oído y nos salga por el otro, sino que ni siquiera llega a entrar. Gran parte de la conversación filosófica es así: las ideas salen de los altavoces bucales y vuelan directamente hacia el cielo filosófico in ser interceptadas por ninguno de los asistentes.
Pero ¿qué pasa si el profesor usa pequeñas anécdotas, un proyector de transparencias, música, vídeos, invitados famosos...? La evidencia es que los mejores y más diestros oradores, maestros y profesores, pueden aumentar lo que se retiene a cerca del 25%. Eso significa que tres cuartas partes del tiempo la audiencia no lo sigue o está dormida.
La realidad es que sólo con la participación activa tenemos alguna posibilidad de alcanzar más del 50% de retención o comprensión de los debates filosóficos. Por eso aproximarse a la filosofía a través de cuestiones reales, paradojas, dilemas éticos, problemas personales, misterios y problemas del mundo real, es más eficaz que hacerlo a través de una colección de términos técnicos disociados y curiosidades históricas. Aunque, por desgracia, ésta es la forma en que se enseña y se examina, a casi todo el mundo.
(Martin Cohen. Filosofía para Dummers. Editorial Planeta. Barcelona.2012.)