Schopenhauer (1788- 1860), filósofo alemán muy influyente durante el siglo XIX y principios del XX, es el filósofo de la misantropía y la identidad femenina. Crítico de la cultura europea, escribió su ontología romántico- naturalista en El Mundo como voluntad y representación y sus reflexiones político-morales en la forma aforística en los Parerga y Paralipómena.
1. Schopenhauer y las mujeres.
Su filosofía parte de la pérdida del sentido. Se deshizo de la oposición naturaleza, espíritu, presente en el Idealismo, argumentando que todo lo que existe es manifestación de una potencia previa y ajena, que obra sin fines, a la que llamó Voluntad. Lo único que esa potencia, en si incognoscible, parece buscar es mantenerse en el ser; para ello posee sus estrategias, y la dimorfia sexual es la más característica. La división entre los sexos es natural, no meramente funcional o normativa. Los sexos son modos de existencia perfectamente diversos y divergentes. El sexo masculino es reflexivo y el femenino es inmediato. Las mujeres no alcanzan la madurez, sino el acné. A los dieciocho años existen como lo que van a seguir siendo, no tienen desarrollo ulterior; los varones, sí. El ser femenino es una estrategia de la Naturaleza, un efecto teatral mediante el cual ésta se perpetúa. Por reflexión, la cadena del ser no funcionaría, de ahí la necesidad de la argucia. La Naturaleza pretende su perpetuación, y el ser femenino, que es una manifestación inconsciente de esa potencia, también lo quiere porque tiene su esencialidad en trascenderse a sí mismo en otro (la mujer es la trampa que la Naturaleza le pone al varón para perpetuar esa cadena de sufrimientos que se llama “vida”).
Las mujeres no saben qué son: se creen individuos destinados al amor, y ellas mismas ignoran que el propósito de la Naturaleza es que, como las hormigas, acabada la cópula, pierdan las alas.
Son seres libres de angustia con inteligencia sólo para lo inmediato. En su visión del mundo no interpretan ni calculan fines. Varones y mujeres son esencias absolutamente separadas, modos de ser en el mundo incompatibles que se unen exclusivamente a efectos de reproducir la especie. Las mujeres no tienen inteligencia, equidad ni virtud.
En lo femenino no están las características propias de lo humano. Toda inteligencia y toda virtud han sido sustituidas por la astucia. Por ello, la mujer no es exactamente inmoral, sino que al ser absolutamente natural, no es moral. De ahí que las mujeres no puedan ser ciudadanas: son perjuras.
Ninguna mujer puede escapar a esta caracterización porque las mujeres son el sexo idéntico. No hay entre ellas diferencias, no tienen principio de individuación. Lo femenino guarda la especie, cumple con ella traicionando al individuo. Los varones la multiplican. Las mujeres saben inconscientemente que ese pervivirse de la especie no lo pueden realizar sin ellos, pero ni siquiera esta conciencia es positiva: no son abstractas.
Todas las mujeres son enemigas entre sí, y ello depende de su ser natural, porque todas ellas no tienen más que un mismo oficio y un mismo negocio. Puesto que sus diferencias son aparentes y pueden suprimirse con facilidad, ellas hacen más visibles los signos de pertenencia a un estatus. La identidad defectiva de las mujeres se soluciona por hiper-representación. La sociedad crea en ellas distancias que no poseen: son idénticas y sin embargo se les concede a algunas la apariencia de la individualidad. La “dama europea”, relativamente dueña de sí, es una vergüenza para la razón. Todas las mujeres deben ser seres de harén, y en esto las culturas orientales se han mostrado más sabias que Europa. Las mujeres no deben tener derechos y deben ser educadas en la sumisión. De no hacerlo así, se las hace infelices colectivamente. Por el contrario, sería benévolo darles una existencia asiática, porque para que algunas sean individuos otras tienen que ser sacrificadas y las sacrifican las propias mujeres: son las prostitutas. La monogamia, que debería ser suprimida, es responsable de esto. Las mujeres, interesadas en la monogamia, que no tienen virtud sino espíritu de cuerpo, sacrifican a las demás. Para que algunas sean señoras que administren el acceso sexual, otras deben renunciar completamente a la castidad y al matrimonio. La realidad es que en todas partes sólo la poligamia funciona de hecho. Se trata de organizarla. Para finalizar, la mujer está destinada por naturaleza a obedecer, es el segundo sexo. Si se le concede la libertad, no sabe administrarla: “la mujer necesita un amo”.
2. Texto.
“Los hombres son naturalmente indiferentes entre ellos; las mujeres son por naturaleza enemigas. Esto debe depender de que (---) la rivalidad, que está limitada entre los hombres a los de cada oficio, abarca en las mujeres a toda la especie, porque todas ellas no tienen sino un mismo oficio y un mismo negocio (...) entre las hembras son infinitamente mayores las diferencias de alcurnia que entre ellos (...) La posición social que ocupa un hombre depende de mil consideraciones; para ellas una sola decide todo: el hombre a quien han sabido agradar. Su única función las coloca en un plano de igualdad mucho más señalado, y por eso tienden ellas a crear entre sí diferenciaciones de categorías”. (...) “Las mujeres no tienen ni el sentimiento ni la inteligencia de la música, ni tampoco de la poesía ni de las artes plásticas. El hombre se esfuerza en todo por dominar directamente, ora por la inteligencia, ora por la fuerza; la mujer, al contario, está siempre y en todas partes sujeta a una dominación absolutamente indirecta: esto es, no tiene poder más que por mediación del hombre (...) ¿Qué puede esperarse de las mujeres si se reflexiona que ese sexo no ha podido producir en el mundo entero un solo ingenio verdaderamente grande, ni una obra completa y original en las bellas artes, ni un solo trabajo de valor perdurable, sea en lo que fuere? (...) Excepciones aisladas y parciales no alteran en nada las cosas: consideradas en conjunto, las mujeres son y serán las nulidades más completas e irremediables”
(Schopenhauer. Eudemonología, Parerga y Paralipómena)
3. Cuestiones para trabajar:
1. ¿Cuál es ese “mismo oficio” y “mismo negocio” de todas las mujeres, según Schopenhauer? ¿Sigue siendo así en la actualidad?
2. ¿Puede seguir diciéndose hoy en día que la posición social de una mujer depende exclusivamente del hombre a quien ha sabido agradar?
3. Los defensores de los derechos de las mujeres, desde el Renacimiento (siglo XVI), solían argumentar con largas listas de mujeres que se habían destacado en las artes, las ciencias, el coraje, la filosofía, etc. ¿En dónde muestra Schopenhauer conocer esos casos de mujeres destacadas y cómo se defiende ante este argumento? ¿Existe o no existe contradicción en su rechazo de este argumento?